La vida hace regalos y a nosotros nos regaló a Ramiro Calle

por Abr 12, 2018Personal0 Comentarios

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El sosiego no solo es ausencia de agitación, ansiedad o inquietud, sino una experiencia profunda que nos conecta con el ser interno, nos completa y esmalta nuestra alma de confortamiento y dicha.” Ramiro Calle

La primera vez que escuché hablar de Ramiro Calle fue en voz de mi profesora Noelia Delgado, me contaba que le encantó el libro de «El Yogui» y que era un verdadero maestro del yoga en España. No sé porqué, pero se me quedó grabado el nombre. Al cabo de un tiempo, en Facebook, encuentro una entrevista que le habían hecho y me quedé maravillada por su forma de hablar, por su sencillez y por su rigidez con el término yoga, criticaba los yogas modernos. Me vino una frase a la cabeza: «¡Cuánta seguridad y sabiduría!»

Poco a poco, con el transcurrir de los meses, me fuí interesando más por él, viendo videos, su documental: Sadhaka, La Senda del Yoga, y en el trabajo me ponía audios de Mindalia. Cada audio venía con una meditación y una enseñanza, la cuál me hacía replantearme y digerir ciertas cosas. Estaba encantada de trabajar a la vez que iba aprendiendo sobre el yoga.

Desde mi punto de vista, lo mejor que tiene Ramiro Calle es su experiencia y su forma de transmitir, muy disciplinado pero amable y cálido a la vez (algo que veía contradictorio hasta ese momento). Es extraordinario el respeto que él procesa en todo lo referente al yoga. Me gustaría compartir una pequeña reflexión: Sinceramente creo, que todos los yoguis de España deberíamos estar agradecidos a él, por traer el yoga cuando aquí era una cosa esotérica y que nadie sabía qué significaba. En cierta forma, es el padre del yoga de nuestro país.

Mi experiencia con Ramiro Calle

Desde que fuí conociendo a Ramiro Calle, a través de las redes sociales, tanto mi pareja como yo teníamos ganas de conocerle personalmente y asistir a una clase suya para sentirlo cerca.

En septiembre, volviendo de las vacaciones en Extremadura, decidimos hacer parada en Madrid, y creo que sinceramente para ambos, la principal motivación era asistir a una clase de él con la excusa de hacer turismo. Más bien, antes de decidir si hacíamos parada en Madrid, llamamos al centro Shadak para preguntar si él impartía las clases y cuando nos dijeron que sí, ambos dijimos: «¡A Madrid de cabeza!».

La visita por Madrid, fue muy bonita, nos gustó mucho todo lo que visitamos, pero en esta entrada estamos enfocados en otro asunto, 🙂

El centro de yoga Shadak

Como la mente siempre se crea su propia película, yo ya tenía la mía de como sería la decoración, si sería amplio, si sería moderno, etc. Pues bien, la escuela era supernormalita, sin pretensiones, un centro clásico, austero y lleno de gente de diferentes estilos de vida. Se percibía gente más adinerada, frente a otra menos. Pero qué más da, todos somos iguales. Da igual si conduces un Ford Fiesta o un Porsche, dentro habita lo mismo.

La entrada del centro parecía el comedor de una casa, con grandes estanterías llenas de lado a lado y del suelo al techo. Libros abiertos y cerrados dentro de las vitrinas, la mayoría suyos. Esa misma entrada, era un pasillo largo de lado a lado que desembocaba en dos habitaciones grandes. En una se hizo la clase de meditación, en la otra punta la clase de Hatha Yoga.

Clase de meditación

A ambos nos sorprendió la cantidad de gente que había sólo para hacer la clase de meditación, era una clase de una hora, donde los alumnos proponen antes un tema para hablar. Media hora se dedica a meditar, y la otra media a la conversación sobre el tema propuesto.

Al comienzo de la meditación nos sentimos raros, imagino que al estar en un lugar diferente a los habituales nos hizo sentirnos algo confusos pese a la calidez del sitio. Antes de empezar, Ramiro dió unas indicaciones para hacer la meditación, para enseguida dejarnos solos con nosotros mismos, como un padre enseñando a montar en bici a sus hijos. Ambos miramos una vez al resto de los alumnos, que ya estaban con los ojos cerrados intentando entrar en su ser, antes de ponernos nosotros.

Poco después comenzamos a entrar nosotros también en el fondo de ese pozo oscuro llamado conciencia. Ese día, curiosamente, se me pasó el tiempo volando, uno de esos días buenos en los que los pensamientos fluyen de tal manera que no te distraes con ellos.

Clase práctica

Después de la clase de meditación, nos fuimos directo a la clase de yoga físico, y nos sorprendió bastante. Era realmente Hatha, Hatha sin pretensiones, pero no importa, como siempre el hacer cada asana de forma correcta tiene su exigencia física, y ya no hablemos de dirigir la mente y enfocarla, eso es un gran trabajo, seas alumno, profesor o maestro superyogui.

También se nos hizo raro ver a Ramiro Calle en este tipo de enseñanza, ya que nosotros jamás habíamos visto un video de Ramiro haciendo yoga físico, siempre habíamos visto charlas y vídeos donde él aparecía hablando y exponiendo su sabiduría. A pesar de que íbamos con ganas de una clase más exigente, no nos defraudó en absoluto.

Llegó, tristemente, la hora de la despedida. Le pedimos que si nos podía firmar el libro de «El Faquir» que llevábamos con nosotros en nuestras vacaciones, y él nos lo dedico entusiasmado. Después de eso nos queríamos hacer una foto con él (¡Ramiro Calle! :D),  para llevarnos un recuerdo de esa bonita experiencia que vivimos junto a él y por supuesto no tuvo ningún problema.

Ambos sentimos que es una persona que desprende amor, cercanía y sabiduría por todos los poros de la piel. Fue superamable con nosotros en todo momento, agradeciéndonos el venir desde tan lejos, y deseándonos un feliz viaje de retorno a casa.

Al salir, ambos sentimos una gran fortuna de haber podido compartir una tarde con él en su centro. Solo podemos estar agradecidos a la vida de haberle conocido y de permitirnos, tanto físicamente como económicamente, haber vivido esa experiencia.

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Reflexión

A veces por miedo a la decepción o el no querer dedicar nuestro dinero, dejamos de hacer cosas que realmente nos gustan, y esto es algo que solo te das cuenta cuando las haces y dices: «¡Menos mal que tomé la decisión de hacerlo!». Con estas cosas te das cuenta que la vida está para vivirla e ir cumpliendo los pequeños sueños que tengas y hay que luchar contra la pereza y la mente para que no te arrastren hacia todo lo contrario.

¿Alguna vez te has sentido agradecido por haber tomado alguna decisión? ¿Cuál ha sido?